sábado, 12 de febrero de 2011

En el nuevo Monopoly Live, una torre te vigila



El juego del Monopoly celebra este año los fastos de su 75 aniversario. Y es que mucho ha llovido desde aquel 1935, cuando Charles Darrow, un vendedor de estufas del sureste de Pensilvania desempleado por la Gran Depresión, patentó la primera versión de este juego de mesa de bienes raíces.

Han llovido tanto como 275 millones de unidades del juego en 111 países y en 43 idiomas. Pero la crisis también aprieta a la juguetera Hasbro, que ha decidido que lo mejor para renovar el juego de cara a los nuevos consumidores es asemejarlo aún más a la depresión financiera que nos ha tocado vivir a nosotros. Se llamará Monopoly Live y llegará a las tiendas en otoño.

El juego cuenta con una estructura central en forma de torre que todo lo ve, un dispositivo que calcula todas las operaciones en función de unas tarjetas de crédito digital proporcionadas por el juego, que reparte los turnos y que hasta tira los dados por los jugadores.

Esta torre de seguimiento permanente detecta las posiciones de las piezas del juego a través de una cámara infrarroja, garantizando que todos han movido de forma adecuada; y es muy consciente de la situación de los activos y de las propiedades de cada jugador.

En definitiva, la Torre actúa de organismo regulador, (yo me la imagino con un muñeco articulado de Rodrigo Rato en su interior) que fiscaliza tanto los movimientos como las cuentas de cada uno, borrando de un plumazo cualquier interacción humana real.




Hasbro ha decidido en esta versión del juego poner este contable digital para marcar con lupa a cada uno, que luego vienen las lágrimas por nuestros excesos. Se acabo tirar los dados y recogerlos rápido para contar lo que a uno le venga bien; se acabó sisar dinero, hacer el lío con los colores de los billetes y hasta robar casitas mientras el contrincante mira para otro lado. The Tower is watching you!.

Un juego que calcula todas las operaciones no deja espacio para el proceso de negociación, tan gratificante hoy en día. Y un juego que constantemente calcula el valor real de los activos de todos los jugadores también borra de un plumazo la sensación social que viene implícita al manipular comercialmente a nuestros compañeros.

Básicamente, el Monopoly entierra eso que se conoce como controversia (“la torre nunca se equivoca” afirman desde Hasbro) para convertirse en un simple juego donde lo único que importa es tener suerte para sacar la puntuación más alta en unos dados, unos dados que encima tirará un ente pejillero que no para de agobiarnos con sus cuentas.

Por esta misma regla de tres, no me sorprendería que Hasbro también lanzara una versión 3.0 del “Operación”, donde los que no tengan buen pulso se vean obligados a extraer los órganos utilizando robots y telecirugía; o que el “Quién es quién” utilizara un software detección de rostros para funcionar mientras el jugador se queda de brazos cruzados mirando las musarañas.

Un juego se llama “juego” porque nos traslada a mundos paralelos donde las reglas cambian para el goce y disfrute del jugador. Para regirnos por estrictas normas financieras que lo único que producen es más capitalismo, codicia y monotonía abrumadora, ya tenemos la vida real.


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